Ladakh, pequeño Tibet I. Nueva Delhi

Delhi a vista de pájaro

Delhi a vista de pájaro

Este, seguro, va a ser uno de los viajes más interesantes de los que he hecho, al mismo tiempo que un reto por razones que iré desgranando en su momento. No es mi primer viaje a India, pero esta vez, no me dirijo a los destinos más concurridos en ese país; ahora se trata de recorrer las inhóspitas y despobladas tierras de Ladakh.

La zona todavía es un territorio en disputa entre India, Pakistán y China, un área “sensible”, donde permanentemente hay controles de pasaportes, ausencia de internet y solo tendremos acceso a luz eléctrica a partir de las 20 ó 21 horas.

El nombre Ladakh significa: tierra de pasos elevados. Es una región en el estado de Jammu y Cachemira que se encuentra delimitada al norte por las montañas Kunlun y la cadena de los Himalayas por el sur.

En ocasiones denominada «Pequeño Tibet» por su aspecto geográfico y su cultura autóctona, está habitado por una población de ascendencia indoaria y tibetanos.

La población más grande es Leh, con 27.500 habitantes. Una mayoría de los ladakhis son budistas tibetanos y la mayoría del grupo restante son musulmanes Shia.

Comienzo mi periplo en un vuelo a las 7 de la mañana y entre vuelos y escalas en los que no soy capaz de dormir, transcurren 17 horas. Llego al aeropuerto de Delhi hecha polvo. Hora local, creo que eran las 5 de la madrugada. Pero finalmente, estoy en India. ¡ Aleluya!

Tengo curiosidad por conocer a la persona con la que compartiré habitación y tienda de campaña durante los próximos 21 dias. Nos encontramos en el aeropuerto y a pesar de que volamos desde los dos extremos del planeta nuestros horarios son coincidentes a la llegada. Ella viene desde Australia.

Parece que será una buena compañía, se verá, jeje.  Compruebo que no piensa perder un minuto y se apresura a hacer las primeras fotos, gente haciendo yoga en la calle durante el trayecto hasta el hotel. Yo solo pienso en pillar una cama. Paso de fotos y me asombro con su presteza. ¡ Tiempo habrá !

Finalmente, nada de cama; el calor, la activa compa, cambiar dinero, comprar agua, la llegada de otra gente que será parte del grupo,…….. demasiada agitación y novedades para ser capaz de relajarme y dormir un rato.

El calor es bestial, el hotel malo de solemnidad, sin duda un entrenamiento útil para el inmediato futuro.

Ya que no es posible dormir, decido aprovechar la tarde. Primero me subo al abarrotado metro y me dirijo a un templo Sij, relativamente cerca de mi siguiente objetivo.

Delhi siempre es frenético y caótico, prácticamente ninguna diferencia con la impresión que tuve la primera vez que viajé allí, aunque ahora tiene un par de millones de habitantes más. La población crece exponencialmente. ¡ Que locura!

En la entrada del templo y llevando el típico turbante sij

En la entrada del templo y llevando el típico turbante sij

Los templos sijs, este es el segundo que visito, son impresionantes por su arquitectura, sus mármoles, lámparas y decoraciones. Es obligatorio ponerse un pañuelo en la cabeza, descalzarse y pasar por una canaleta de agua. El ambiente del templo es de respeto y veneración.

Anexo al templo tienen organizadas unas cocinas y comedores donde diariamente dan de comer a miles de personas. Este en concreto, da de comer a 5.000 personas cada día, sin distinción de religión, según comenta la persona que me facilita los accesos.

Mujeres amasando chapatis

Mujeres amasando chapatis, detrás un hombre pasándolos por la plancha

Trabajar en una cocina como ésta, con altísimas temperaturas exteriores más las que se producen en el interior y sin parar de amasar, hornear o cocinar en las ollas extra grandes tiene mucho mérito. Mucho más ya que las personas que hacen estos trabajos son voluntarias.

Tremendas ollas y tremendos utensilios para remover la comida

Tremendas ollas y tremendos utensilios para remover la comida

En mi anterior viaje a Delhi había visitado el principal templo sij en esa ciudad, el Gurudwara Bangla Sahib, pero no tuve la oportunidad de entrar en las cocinas, aunque si me habían ofrecido comida. Ciertamente se la ofrecen a todas las personas que entran al templo, antes de salir del mismo.

Esta vez, con la oportunidad de la incursión al alma del templo y sus devotos, me pareció un recorrido más interesante. Los oropeles están muy bien, pero las experiencias más profundas están mucho mejor.

Siempre hay alguien que sonríe

Siempre hay alguien que sonríe

Saliendo y desde la terraza me asomo para observar el tremendo tráfico de esta inmensa ciudad. Es impresionante ver cómo se van mezclando coches, tuc tucs, motos, enormes carretillas repletas de sacos empujadas por hombres,…….un tráfico endemoniado en el que todos parecen saber qué tienen que hacer y quien tiene preferencia. Esto es lo habitual en la mayoría de Asia, pero siempre impresiona.

El frenético y caótico tráfico de Delhi

El frenético y caótico tráfico de Delhi

En rickshaw, entre la locura de tráfico, llego al mercado de especias.

El mercado es un loco ir y venir de hombres que acarrean enormes sacos que desprenden diferentes tipos de aromas. Parece increíble que esos delgados, delgadísimos hombres sean capaces de portar todo ese peso, en esas extremas condiciones climatológicas y de contaminación, sin parar, en unas calles atestadas de gente y tráfico. Esforzados y sudorosos, atropellan a todos los que interrumpen su paso si no eres lo suficientemente hábil para apartarte en el momento justo. No es de extrañar, imposible ir parando con todo ese peso. O andas con cuidado o serás violentamente empujado sin contemplación por estos exhaustos trabajadores.

Captar imágenes a pie de calle es tarea complicada, estorbas en cualquier sitio que te sitúes y mientras enfocas ya te han empujado, así que vuelta a comenzar.

El mercado a pie de calle.

El trajín del mercado a pie de calle

Sacos y Sacos de especias indias

Sacos y Sacos de especias indias

Comprobando la mercancía

Comprobando la mercancía

Caminando un poco más adelante, alguna gente parece estar interesada en ser inmortalizados en una foto. Concretamente el conductor de un rickshaw se para y sus clientes saludan, cuando se dan cuenta de que los enfoco con mi lente. Otros, sin embargo, simulan gran enfado por haber sido fotografiados aunque no lo hayan sido. Es una forma de forzar a que les dés unas cuantas rupias con las que sobrevivir. Pueden ser bastante insistentes y también intimidatorios.

Mostrando su mejor pose.

El conductor de un rickshaw intentando su mejor pose.

Vuelvo al hotel después de mi primer contacto con la gran urbe. A estas horas de la tarde, ya habrán llegado los que serán mis compañeros de experiencia y nos reunimos para una cena los 11 juntos; última cena “decente” por muchos días.

Sin tiempo practicamente para descansar, a las 3 de la madrugada nos dirigimos nuevamente al aeropuerto para volar a Leh.

Lo más interesante de la experiencia comenzará en Leh, a donde llegaremos en 4 horas; se trata de una población muy chiquitita, si la comparamos con los 14 millones de Delhi y situada a 3.650 metros de altitud.

A esa altitud, la falta de oxígeno se nota considerablemente nada más aterrizar.  Si a eso le sumamos las 36 horas de: interminables vuelos, cambios de temperaturas salvajes y la visita al mercado de especias bajo un sol abrasador, hace que esté hecha puré y comience a encontrarme mal, tan mal que ya no soy capaz de manejar mi equipaje. Así comienza mi incursión ladakhi.

 

Continuación del viaje en:  

2.- 4.000 metros altitud. Leh, Pequeño Tibet II

3.- Colorido Festival Tibetano. Pequeño Tibet III

4.- Imágenes para el recuerdo.Pequeño Tibet IV

5.- Un atentado nos sorprende en Lamayuru. Pequeño Tibet V

6.- Ladakh, pequeño Tibet, los Porteadores de Piedra

 

 

Texto y Fotos: Luisa Vázquez

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9 comentarios en “Ladakh, pequeño Tibet I. Nueva Delhi

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