Si deseas sumergirte en el mundo de la magia, el misterio, el más allá y deseas ser transportado a espacios en los que los gallegos de las zonas rurales conviven con mucha naturalidad, a pesar de lo sorprendentes que puedan parecer algunas historias, concretamente ésta te cautivará o sorprenderá.
Forma parte de las leyendas gallegas sobre la Santa Compaña, brujas, meigas y todos los seres o espíritus que preferentemente aparecen durante la noche con diversos fines.
Mi abuelo era un gran conocedor de este tipo de relatos, y me encantaba escucharlo. Repetidamente pedía que me las contara, a pesar del pavor que me producían y que yo negaba tener.

Imagina caminar entre los árboles del bosque de noche, cuando no había linternas
Para introducirnos en el ambiente, estos relatos siempre se sitúan en zonas rurales, en lugares con escasa población y que las personas, cuando lo necesitaban, se desplazaban a pie para ir a alguna villa cercana y a través del monte o de un bosque. En invierno, cuando hay menos horas de luz, si se camina entre las sombras que proyectan los árboles, además del sonido del viento silbando entre sus copas, en ocasiones el conjunto produce confusión o temor; hay que ser valientes para recorrer esos caminos en solitario.
Una de las historias de mi abuelo es la siguiente:
La gente del campo solía ser muy solidaria ya que todos necesitan de todos y siempre había que dar o solicitar ayuda en muchas circunstancias.
Era frecuente pedir “¿me echas una mano?” para subir una cesta y colocarla en la cabeza, que era una manera de transportar la compra o muchas otras cosas; para subir un haz de leña o de hierba.
Una señora, concretamente Marica (apelativo bastante frecuente en Galicia hace años para el nombre de María) fue un día a la villa, caminando, como solía hacerse.
Caminando de vuelta, cargada con el peso que llevaba, ya que había comprado muchas cosas, colocó la cesta en un muro bajo y se sentó a su lado para descansar durante un rato.
Le dolía mucho la zona lumbar porque Marica ya no era muy joven. Se demoró allí pensando que ya estaba cerca de casa y después, ya repuesta del cansancio, llegaría más rápido.
Aquel camino en donde se encontraba no estaba muy separado de las primeras casas del lugar y un poco más arriba del mismo muro donde estaba sentada, se situaba la iglesia de la parroquia.
Entretanto fue cayendo la noche pero Marica no tenía ningún miedo y como se encontraba bien, descansó un rato más.
Cuando se dispuso a seguir el viaje, murmuró: “¿no habrá algún alma de Dios que me venga a echar una mano?, ya que la cesta y toda la compra era pesada y volver a colocarla sobre la cabeza requería bastante fuerza.
No tuvo que aguardar mucho; por el camino vio venir una sombra, un hombre sin duda.
Le preguntó al hombre: ¿Me podría echar una mano para subir esta cesta?
El hombre se acercó a ella y calladamente, cogió la cesta y la puso en la cabeza de Marica.
“Que Dios se lo pague”, dijo ella agradecida. Y siguió su camino.
El hombre se quedó atrás y fue perdiéndose en las sombras de la noche.
Cuando Marica llegó a su casa, situó la cesta encima de la artesa de la cocina; quitó el paño blanco que la cubría y se dispuso a colocar las cosas que traía, cuando de repente dio un grito despavorida y retrocedió espantada.
Su marido corrió a su encuentro. ¿Qué te pasa Marica? ¿Qué hay en esa cesta que te da tanto miedo?
Volvió a acercarse a la artesa y se estremeció. En la cesta había ¡ la mano de un muerto!
A raíz de esta historia, que se cuenta como cierta, en lugar de pedir “Me echas una mano”, se suele decir “¿Haces el favor de ayudarme a subir…..?
Recuérdalo antes de volver a pronunciar esa frase, sobre todo si es por la noche.

De noche y recorriendo las sendas del bosque, un escenario que llama al temor
Cuando mi abuelo me relata la historia debía de ser yo una niña de unos 7 años y por supuesto era de noche, después de la cena.
Aún puedo sentir la sensación de pánico recorriendo los pocos metros que había entre la cocina de casa de mis abuelos hasta mi dormitorio, totalmente a oscuras y con el claro objetivo de meterme en la cama rápidamente, como si eso me asegurase estar a salvo de todos los muertos, espíritus o lo que fuera que pudiese aparecer. Aquellos metros, que actualmente sé que eran pocos, en aquel entonces me parecían eternos y además aterradores, aunque no lo podía confesar ya que sino no me volverían a contar ninguna historia más.
Memorias de la niñez.
1ª Leyenda: Visita San Andrés de Teixido o sino……
Texto y Fotos: Luisa Vázquez
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No soy joven y por lo tanto sé de lo que hablas, aunque no tuve la suerte de vivir la aldea. Bonito y tenebroso cuento, no sé si se lo contaría a una nieta de 7 años en una noche de aldea gallega poco antes de que vaya sola para la cama. En efecto, eran otros tiempos.
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Yo tampoco viví la aldea, soy, al igual que mis padres totalmente urbanita. Pero las raíces de mis abuelos son de Santa Marta de Babío, razón por la que mi abuelo conocía y además le gustaban todas estas historias, aunque solo vivieron allí durante su juventud.
A pesar de estar en la ciudad, el miedo era importante.
La niña de 7 años era muy insistente acerca de estas historias, francamente no sé por qué. Supongo que por el halo de secretismo en el que pretendían mantenerlo. Eso, agudiza la curiosidad.
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las historias de miedo necesitan todos los niños en todas las culturas — es la forma de explorar las potencialidades de su mundo emocional 🙂 además, el miedo siempre siginifica las endorfinas ) ricas sustancias de palcer que camuflan cosas negativas y las convierten en muy atractivas. los mejores momentos de mi infancia fueron cuando mi abuela me contaba las historias de terror antes de dormir, con la luz apagada 🙂
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Efectivamente, tienes toda la razón aunque no siempre estos razonamientos intelectuales e inteligentes son comprendidos por todos.
En el miedo y el misterio, sabiamente dosificados se encierra la magia y también la superación de algo que coexistirá con el individuo durante toda su existencia. Un aprendizaje para el futuro.
Gracias por tu interesante punto de vista. 🙂
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la cosa es que definitivamente es un buen camino de abstraernos de las ideas y clishes focilizados para abrir la mente y poder entender las cosas más alla de los que parecen a primera vista
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Propones un buen ejercicio. Siiiiiiii
Gracias 🙂
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Bonito relato, volviendo a recordar ese carrera de la cocina a la cama con las sabanas tapando la cabeza y pensando en la historia que acababa de oír. Saludos Mariquiña
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Gracias Kus.
Ha sido una ojeada a mi infancia pero tambien, creo que más importante, a la cantidad de leyendas que conforman nuestro patrimonio cultural, forma de ser y parte de un rico mundo de imaginación. Un recuerdo para los que lo conocen, un descubrimiento para los que lo desconocen.
Un saludo
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Precioso relato Marica, creo q todos hemos pasado miedo con algún cuento de la niñez, pero como bien dices nos gustaban, por un momento volví a aquellos maravillosos años. Un beso
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Me alegro de que te haya gusta y que compartas esa sensación de terror que producían.
Besos, guapa.
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