Hay una casa al borde de una carretera por la que suelo transitar, que siempre me ha llamado la atención. No es una casa impresionante, ni una de esas casas de arquitectura moderna que suelen impactar por sus líneas rectas y estar situadas en sitios estratégicos donde las vistas son espléndidas. No, esta casa sería una de tantas si no tuviese un toque tan especial que le confiere su decoración exterior a base de cerámica, por lo que siempre me llamó la atención.

Elementos decorativos en cerámica de la casa bonita
Hace tres años por lo menos, un día me paré a hacerle fotos. Aquel día la luz no era la mejor y además la vivienda está situada en una curva sin visibilidad donde no es fácil de fotografiar a no ser arriesgando tu vida.
Además, no siempre llevo la cámara encima. Pero la semana pasada si la llevaba, la luz era estupenda y paré el coche en un pequeño espacio para que no estorbara.
Cuando llevaba hechas unas cuantas fotos salió un hombre por la puerta principal. Primero pensé que podría mosquearse por mi presencia allí afotando. Cuando vi que no era así, lo llamé y entonces se volvió a meter en casa. Pensaba que le estaba pidiendo hacer las fotos sin él. Muy considerado, pensé, más que considerado.
Cuando el hombre volvió a salir le pregunté acerca de la cerámica : quien la había hecho y si era de fábrica o de manufacturación artesanal.
Aquí llegó la sorpresa, todas las piezas están hechas por él y son de fabricación artesanal.
Me explicó que cuando yo lo llamé él interpretó que le estaba estropeando las fotos. ¡Por favor, como le iba yo a pedir, mucho menos prohibir salir de su casa porque me estropeaba la foto! Aclaramos ese punto y el hombre con aspecto de bohemio, una trenza recogía su pelo blanco y una ropa informal sobre la que llevaba una chaqueta ancha, me dice que siente tener aquel aspecto, pero es que se acaba de duchar. ¡Encima se disculpa!, me pareció entrañable.
Me invita a pasar dentro de la casa, donde hay una chimenea super especial, de la que no logro tomar una buena foto por falta de luz, de trípode o de flash. ¡ Que pena! porque la chimenea es espectacular.
Todo en aquella vivienda es el espacio de un artista, se nota rápidamente, es una armoniosa combinación de su mundo creativo.
Me pareció que a él no le gusta mucho ser el centro de atención, sino que el centro de atención sea su obra. Y allí comenzó la visita guiada de su casa.
Me invita a ir recorriendolo todo; me va explicando cada pieza, que son muchas. Subimos hasta el piso superior por unas bonitas escaleras de madera tipo modernista; me lleva hasta la habitación de su hija, que es espectacularmente luminosa y bonita (no hago fotos, me siento una intrusa total en aquella visita, a pesar de no haberla solicitado y estar convencida de que mi interlocutor lo estaba haciendo de buen grado). Todo hace juego con todo: las lámparas con los florones de escayola pintadas en los mismos colores. La palabra para describir aquello es armonía.
Acabamos en un bonito espacio abuhardillado, su espacio de imaginación de la creación, sus libros, sus cosas preciadas.
Cuando digo cosas preciadas no son cosas de precio elevado, sino algo que para él significa un sentimiento. Por ejemplo me enseña un típico sombrero gallego de paja y ala plana, de los que llevan una cinta negra alrededor y termina en dos trozos de cinta a la caída. Me dice: estas dos terminaciones negras representan los rabos de las vacas. Curioso, ¿verdad?
Era una delicia estar con él, compartiendo su mundo, pero mi sensación de intrusa no se quitaba, mi timidez me estaba matando.
Y a todas éstas yo no sabía con quién estaba hablando, quien era aquel original ceramista con el que hacía más de media hora que estaba en su casa.
Supe que su hija estudió Ingeniero de Telecomunicaciones, que él fue colaborador de Isaac Díaz Pardo, además de muchas más cosas que se cuentan de tú a tú, pero no para publicar. Le pregunté cómo se llamaba; cuando me lo dijo su nombre me sonaba lejanamente. Cuando me dió pistas de donde había obras suyas en espacios públicos, lo identifiqué rápidamente. Ni más ni menos que Francisco Pérez Porto.
Su estilo es absolutamente personal e identificable, en cuanto ves una obra suya eres capaz de reconocer su misma mano en otras obras. Ese es el sello de un artista.
Bajamos del estudio, pasamos por la cocina, seguimos el periplo y nos fuimos a su taller.
Está terminando de preparar una exposición en Ferrol; me dejó fotografiar una de las piezas que se van a exponer allí, ya preparada para ser trasladada. En pocas ocasiones los artistas dejan descubrir sus secretos antes del día de la exposición, se lo agradecí infinito.
En su taller también compartió conmigo una idea sobre la que está trabajando, pero que ya tiene bastante adelantada. No la fotografié, no me parecía apropiado. Alguien que te abre su casa, su taller, media vida suya, simplemente no era adecuado.

Decoración en cerámica de Francisco Pérez Porto

Detalle en la entrada de la casa

Detalle en la entrada de la casa

Portón de la entrada a la zona de trabajo

Lámpara en el portón de entrada

Un original buzón realizado también con su técnica en cerámica
Los cuadros cerámicos que me enseñó eran encargos, una delicadeza preciosa. Y además detrás tenían su historia real o irreal, de historias de la Galicia de siempre. No me pareció bien afotarlos, pero se me ha quedado en la cabeza su belleza.
Le confesé mi atracción por todo lo que se rompe, cerámica y cristal. Le hizo gracia y además me dio una razón, son elementos vivos.
A ésta persona tan singular, Francisco Pérez Porto, le están preparando un Museo dedicado únicamente a su obra y por lo que vi, ese reconocimiento se lo tiene más que ganado.

Una muestra más de la maestría de Francisco Pérez Porto
Aquella mañana, una mañana de dulce sol antes del mediodía tuve un encuentro con un maestro de la cerámica, y yo estaba más que encantada. Pero lo más destacable es que detrás del artista está una persona con la que podría seguir hablando horas, absorbiendo tanta sabiduría acumulada a base de experiencias. El contacto con éste tipo de personas te enriquece y traslada a otros mundos llenos de poesía.
Finalmente nos despedimos, salí de la casa, merodeé alrededor de ella como si algo me impidiese alejarme. Me fui llena de sensaciones contradictorias, por un lado hubiese seguido hablando y fotografiando, por otro lado encantada de la suerte de haber encontrado a esta hermosa persona humana tan creativa y con la que el tiempo compartido te deja una sensación de «que maravilla que existan este tipo de personas». Gracias Francisco por su tiempo dedicado a mi.
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Texto y Fotos: Luisa Vázquez
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