La llegada a Leh después de un día de calor infernal de Delhi, es un alivio. Temperatura agradable, incluso un poco fresca; todavía es temprano. (1ª parte, Delhi).
Existe una razón para visitar Ladakh en los meses de verano y es que tiene un clima frío, árido, con inviernos duros y largos desde octubre hasta principios de marzo, con temperaturas mínimas bajo cero durante la mayor parte del invierno. Las temperaturas de la zona varían desde los 33 ºC en verano hasta incluso llegar a los -28 ºC en invierno.
No recomendaría visitar India en verano, pero si el objetivo es el más remoto norte de la India, entonces, más que recomendable es imprescindible ya que en invierno la carretera del recorrido previsto está cerrada por la nieve.
Nada más bajar del avión se percibe la falta de oxígeno. Hemos llegado a 3.650 metros de altitud sin puntos intermedios de aclimatación y tanto en el aeropuerto como en la casa de huéspedes (guest house) donde me alojaré durante los 2 primeras noches se encargan de manejar los equipajes. Lo hacen ya automáticamente, están acostumbrados a que la mayoría de viajeros tenga la misma sensación al llegar y sea bastante penosa una tarea que normalmente es sencilla.
Durante el desayuno conozco al miembro número 12 del grupo. Un neozelandés que previamente ha estado haciendo trekking en la zona durante 2 semanas. Obviamente él ya está adaptado a la altitud. No sé si es por ahorro de energía o por otra razón que desconozco, escasamente lo oiré hablar durante el periplo.
Mi llegada a Leh, no puede ser más desastrosa. Además del mal de altura cuyos síntomas son: dificultades para respirar, dolor de cabeza, letargia en general y poco apetito, creo que tengo una insolación; después del desayuno caigo semi-muerta en la cama de donde no me levantaré hasta el atardecer. Presiento que la visita al mercado de especias en Delhi fue matadora y la insolación ya la traigo del día anterior. Bonito comienzo.
Al atardecer, lentamente me acerco hasta la ventana de mi habitación desde donde contemplo un escenario fantástico de montañas con picos nevados. Me fastidia no haber podido caminar hasta la ciudad esa tarde, pero está un poco lejos y yo bajo mínimos.
Únicamente desde 1974 es posible la visita a Leh para turistas extranjeros. Ha cambiado desde los días en que los trenes con yaks salían desde el gran bazar en Asia Central. Sin embargo la ciudad todavía conserva la sensación del salvaje oeste cuando caminas por las callejuelas donde se pueden ver las tradicionales mercancías de productos locales: alfombras y chales de lana hechos a mano, joyería de la zona, artefactos budistas, incluidos los rodillos de oración, máscaras y preciosos Thangkas son artículos que merece la pena considerar en el caso de pensar en comprar algo.
Con dificultad y todavía más tarde subo al tejado de la guest house, es plano, como una terraza. Desde allí las vistas todavía son más impresionantes. Veo monasterios y el palacio que visitaré al día siguiente. Ha merecido la pena subir al destartalado tejado lleno de cachivaches.
Durante la cena y súbitamente me encuentro fatal y sin poder llegar a mi habitación, cuyo candado no es para las prisas, poto. ¡Por favor, estoy hecha puré!
Nuevo día. Estoy como las baterías cuando titilan, a punto de agotarse; no obstante no he recorrido miles de kilómetros para quedarme tirada como una colilla, así que allá vamos.
Primera visita, Shanti Stupa «estupa de la paz interior» es un templo budista. Además de su significado religioso, su ubicación ofrece vistas panorámicas del paisaje circundante fantásticas.
La segunda visita es al Monasterio Namgyal Tsemo, budista tibetano construido en 1430. La razón para construir este monasterio es que el rey que le da su nombre, Namgyal era seguidor budista.
Tanto el Monasterio como la Estupa, están situados en las partes altas de las montañas que circundan la ciudad, por lo que ésta siempre aparecerá a nuestros pies.
Es necesario subir y subir y en lo alto, a donde llego con dificultad, hay un hombre que comienza a conversar conmigo y me pregunta de donde somos. Le explico que toda la gente de mi grupo son angloparlantes de diferentes países y la única española soy yo. Pensé que era una charla intrascendente que no iría mucho más allá, pero estaba en un error.
Parece ser que lo que más le ha llamado la atención es que yo sea española y comienza a darme una clase de historia, que por supuesto yo no había solicitado. Asevera que España fue conquistada por los musulmanes y me encuentro metida en una conversación realmente inesperada. El tono y la insistencia sugerían una agresividad que yo no era capaz de comprender. Insistía: no lo puedes negar. Obviamente no iba a negar lo que es historia, pero exactamente es eso, historia. ¿Por qué me decía todo aquello y en aquel tono? Estaba totalmente descolocada. Más tarde supuse que la conversación estaba relacionada con los problemas entre los budistas y los musulmanes en la zona. Realmente fue chocante porque además en general los budistas tibetanos suelen tener un comportamiento muy tranquilo y amistoso.
Una mejor opción a una charla sin sentido, fue encaminarme al Palacio, en su momento Residencia Real del rey Tashi Namgyal. La importancia del mismo es que no solo es anterior al Palacio de Potala en Lhasa, Tibet, sino que sirvió como su modelo.
Las vistas desde el Palacio, son nuevamente magníficas, y el panorama cambia permanentemente desde los distintos puntos.
Para finalizar el día, la visita al Monasterio Sankar me parece muy bonita y distinta de los monasterios anteriores. Pertenece a los monjes Gelukpa o del Sombrero Amarillo. Son distintas órdenes dentro del budismo tibetano. El monasterio también sirve como residencia oficial del Principal Gelukpa en la región de Ladakh.
Me llaman especialmente la atención unos frescos a la entrada del templo que sugieren armonía y la vida de los monjes en estrecha relación con la naturaleza. Por otra parte las decoraciones de las vigas que sustentan el piso superior, me parecen por su colorido y dibujos muy naíf.
El recorrido de los Monasterios, Estupa y el Palacio de Leh ha sido impresionante, así como las diferentes perspectivas que se pueden observar de la ciudad, que está situada en el valle por donde transcurre el río Indo. Las majestuosas montañas que nos circundan con sus picos nevados son impresionantes; nada te deja indiferente aquí.
Continuación del viaje en: 3. Festival Budista Tibetano
Entrada anterior de esta serie:
1 Ladakh, Pequeño Tibet. Nueva Delhi
Texto y Fotos: Luisa Vázquez
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