Si un buen día, temprano por la mañana, cuando el sol comienza a acariciar el mar, el campo, los caminos, o a ti mismo, te deslizas suavemente entre la costa que une la playa de Barrañán con el pueblecito costero de Caión, te puedes encontrar con unas pequeñas, pequeñitas playas, que casi son individuales o para parejas bien avenidas.
Unos 2 ó 3 metros de arena a lo largo con más o menos los mismos metros a lo ancho, si la manera está baja; delante de tus ojos la grandiosidad del Océano Atlántico y absolutamente ningún ruido excepto el suave murmullo de las olas. A la izquierda pequeña montaña tapizada de tojos floridos, igual que a la derecha, sin olvidar que no falta la sutileza de un camino con valla que conduce dulcemente a tu playa-paraiso.
Es la recompensa por recorrer caminos en busca de pequeñas cosas, en un día afortunado que descubres pequeños tesoros que muy pocos pueden disfrutar y acabas dándote cuenta de que son mejores experiencias que otras presuntamente más importantes.
En algún lugar, hay un pequeño paraiso esperando por tí, si quieres disfrutar de una experiencia única.
Texto y Fotos: Luisa Vázquez
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