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Navidad en Creta, impresiones

Cuando decidí pasar las navidades en Creta sabía lo que venía buscando, pero no lo que me iba a encontrar.

Llegué a Hania en la mañana del 24. El ambiente, que ya conocía en período estival, cuando pensé que era el momento de máxima actividad, me sorprendió porque había ahora más tráfico, mucha más gente en la calle y era totalmente imposible aparcar.

Después de varios intentos para aparcar cerca de mi hotel, veo coches en doble y triple fila, incluso en dirección contraria al sentido de la marcha y me doy por vencida. ¡Que locura!, queda la opción parking y aún asi no fue fácil.

Después de haber visto la noche anterior la ciudad de Heraclion tranquila no esperaba este merecumbé en Hania.

Sin salir de mi asombro y después de haberme instalado, salgo a la calle a ver que me encuentro, pensando que veré mucha gente con paquetes. Y, efectivamente, no me equivoco hasta que entro en el Mercado Central.

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El Mercado en un día normal tiene de todo un poco para locales y otro poco para turistas, incluidos restaurantes con buena relación precio/calidad.  Eso deben de saberlo muy bien los locales porque el 24 por la tarde-noche el ambientazo era épico y desde luego no hay turistas, todo lo más una viajera que graba con asombro:

Grupos de gente celebrando las fiestas en un ambiente muy ruidoso donde a duras penas se podía oír la música, pero indiscutiblemente muy auténtico.

Debo aclarar, llegados a este punto, que aquí se celebra la Navidad con una comida en familia, nada de Nochebuena. Esa es la razón por la que imaginé y después me confirmaron que las cenas del 24 equivalen a las típicas cenas de empresa o entre amigos españolas.

Unas horas más tarde, Hania es una fiesta al aire libre, eso sí, lo que no hay es ningún tipo de villancicos. Que si, que sí, que hay villancicos griegos, pero desaparecidos de la vida festiva, al menos de la que se desarrolló ante mis ojos.

Paseo por las calles y en muchos locales hay un grupo de música en vivo, así que más o menos hay un grupo en cada cruce de calles, es decir, una petada.  Algunos no tienen música en vivo, pero si enlatada y ni se me ocurrió grabar por la cantidad de gente que había. Creo que el 24 por la noche, nadie se había quedado en casa. Eso sí, el ambiente de lo más tranquilo, aunque alegre.

Otra muestra del ambientillo de calle, en una calle donde no me metieran un codo en el ojo.

Me habían advertido que el día 25 y 26 todo estaría cerrado, excepto algún restaurante o cafetería.

Visto cómo van por aquí las cosas, me pregunté qué pasaría el día 25. Era previsible que el 25 la cosa iba a ser tranquilita. Así fue. Se pudo caminar con sensación de soledad por todos lados. Escasamente hay gente. Día familiar de comidas en casa. Pero, por la tarde la cosa ya está un poco más animada. Grupos de familias se reúnen en cafeterías; también grupos de chicas y chicos; hasta tímidamente un par de tiendas están abiertas.

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Hania en Navidad

Y llegamos al día 26, que también es festivo por estos lares.

Dando una vuelta por las otrora repletas calles de la ciudad, me encuentro con alguna gente, aunque poca, y donde más movimiento se nota es en el fantástico puerto veneciano. Recogidos por paravientos, pero en terrazas, están los ciudadanos de Hania disfrutando de una mañana de cafés y refrescos.

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Hania, puerto veneciano

Me uno a ellos puesto que en el día de hoy no hay mucho que hacer hasta las 14 horas, excepto beber, comer o pasear. Alguna tienda abre cuando se aproximan las 2 de la tarde. ¿Qué pasa a las 2? A esa hora Santa run. Y eso ya se va notando en el ambiente.

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Hania, ataviados con trajes de Santa en el puerto veneciano

Si, es una carrera de Papás Noel, esta es la 9ª edición. Se organiza en apoyo de los niños necesitados en temas relacionados con la salud y para organizaciones locales, según rezan las informaciones. Este año tiene como objetivo conseguir 400.000 €. Para ello han ido registrándose todas las personas que quieren unirse al evento y obligatorio, todos vestidos de Santa.

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Una marea roja lo va inundando todo.  El recorrido lo va marcando unos potentes equipos de música ¡que para algo ya los tenían funcionando el día anterior!, y además unos arcos hinchables. Toda la ciudad está marcada por la música y los disfraces de Papá Noel. Ah, bueno y por los elfos, que son los que mandan, los organizadores.

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Hania, Santa run

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El recorrido zigzaguea por la ciudad hasta llegar al puerto donde los esperan un grupo de música en vivo y baile típico que comienza a bailar con la llegada de los rojos. Posteriormente el grupo folklórico, irá integrando a los participantes en la carrera en el baile.

Estos elfos indican que los Papás Noel están a punto de llegar a la plaza de la mezquita de los Jenízaros, frente al faro.

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Bailando mientras llegan los participantes en la carrera:

 

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Mientras tanto, un grupo de mujeres y hombres ataviados con la vestimenta folclórica, situados en el majestuoso faro veneciano de Hania, se unen al baile en la distancia. Es muy bonito de ver y por otra parte emocionante.

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Más baile, uniéndose el grupo floclórico a los Santa allí reunidos:

La gente permanece allí durante bastante tiempo celebrando y las cafeterías del puerto con suficiente tiempo antes de que lleguen los corredores, han preparado bebidas, refrescos y cerveza, para ofrecerles a su llegada.

El evento ha terminado y un reguero de Santas se esparce por las cafeterías de la zona para seguir celebrando que aquí aún es festivo.

Video de los Papás Noel en la esplanada frente al museo marítimo, mientras en el faro otro grupo folclórico baila uniéndose a los que bailan en la plaza.

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A modo de resumen, y no sé si es porque aquí soy una viajera, en vez de una local, me ha parecido que aquí se disfrutan de unas Navidades descomplicadas. Sea como fuere, un auténtico placer y diversión haber compartido con los habitantes de Hania estos días.

Como colofón, únicamente una vez al año es posible ver un vistoso espectáculo que tiene un objetivo loable, en un marco de una belleza singular, el puerto de Hania. Feliz por haber estado aquí en ese momento.

 

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Escapando de la Navidad, o no.

 

Texto, Fotos y Videos: Luisa Vázquez

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Escapando de la Navidad, o no.

Seguro que, a alguno de vosotros, mis queridos lectores, en algún momento se os ha ocurrido la idea de que no os apetecen nada estas fechas en la que todo se vuelve una gincana de cenas o comidas con diversos grupos de amigos/trabajo/conocidos/y o varios, cenas y comidas con la familia bien/regular/mal avenida, además de los consabidos regalos a todo lo que se menea. Aunque bastantes de las celebraciones son divertidas y se pasa muy bien, entre medias hay otras que apetecen bastante poco.

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Tengo amigos que, desde hace muchísimos años, cuando yo no conocía a nadie que escapase de la Navidad, se iban de viaje siempre. No lo entendía hasta que lo comprendí. Es el día que se te cae la venda de los ojos y piensas ¡que listos!!!. Jaja.

Me encanta la gente inteligente y con imaginación, así que mi familia favorita para este tipo de eventos son unos amigos que el día de Nochebuena se preparan “cada uno lo que le gusta”. No hay menú. A él le encanta el salmón salvaje y eso se prepara, el niño tiene menú de chuches, es lo que escoge y por un día no pasa nada y a ella, no recuerdo su especialidad favorita, pero seguro que algo apetecible y sabroso. Me pareció muy simpático y práctico a la vez. Además, fuera de cualquier controversia acerca de ese tópico.

La Navidad con niños pequeños es divertida, hay que reconocerlo, pero si no es tu caso, ¿¿¿?? Hoy comparto con vosotros diferentes tipos y lugares para pasar unas Navidades diferentes, algunas muy tradicionales, otras para nada tradicionales.

Mi opción, siempre que puedo es navidear sin Navidad. Y la verdad, es super chulo. Pongo tierra o mar por medio y si es a algún sitio donde no se celebre, mejor que mejor, pasan a ser días normales de viaje con un regustillo sabroso que por dentro me dice: que guay me encuentro !!!

Vamos allá:

Navidad en Limasol (Chipre)

Limasol es la segunda ciudad más extensa de Chipre, tiene un bonito paseo marítimo y se agradece pasar una Navidad al sol, sol agradable y que no te taladra.

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Es una ciudad muy tranquila para pasear y visitar

Hay una breve concesión a la Navidad que se resuelve con unas cuantas guirnaldas con un Papá Noel y pare usted de contar.

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Las mesas en las terrazas, en caso de que quieras comer al sol, tienen un pequeño adorno navideño con sorpresa. Francamente, agradable, sin concesiones a los extranjerismos y lejos de las fastas celebraciones.

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Francamente tranquila, con mucho terraceo, el tiempo invita a ello.

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Navidad en Roma (Italia)

Me pareció chocante la poca iluminación navideña que existe en Roma, francamente esperaba más exceso, sin embargo si se nota mucho el trasiego de compras navideñas.

Acostumbrados como estamos a grandes iluminaciones, me extrañó.  Si exceptuamos Via Condoti, Plaza de España y un poco Via Corso, o sea la creme de la creme de las calles romanas,  las únicas iluminaciones potentes eran las de edificios como el de la famosa firma Fendi y marcas similares, pero pare usted de contar.

Via Condoti vista desde lo alto de las escaleras de la Plaza de España.

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El edificio que alberga la firma de lujo cambiaba de color desde el amarillo, rojo, azul, verde…………

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Piazza Navona lucía un precioso Tiovivo y también había una escasa oferta de compras navideñas entre las que destacaban globos, aunque no sean especialmente navideños los niños siempre los demandan.

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Muy cerca de Via Condoti, un restaurante iluminaba discretamente su terraza, aunque el frío era intenso, unos 2º y para nada invitaba a quedarse tomando nada al relente.

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En Piazza Venecia un austero árbol de navidad.

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No obstante, y en contra de cualquier previsión, el Vaticano lucía un árbol de Navidad. Espera que no entiendo nada, ¿el Vaticano se ha pasado a Papá Noel ? Flipando.

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Navidad en Alanya (Turquía)

Alanya es una ciudad balnearia de la costa mediterránea de Turquía. Se le conoce también como la Riviera turca. Tiene unas playas inmensamente largas, bordeadas de hoteles.

El precioso castillo de Alanya, un fuerte gigante de la época selyúcida transformado en un museo al aire libre, se ubica en un risco rocoso sobre la línea de playa, junto a villas otomanas con tejados rojos y la Torre Roja octagonal. Data de 1226.

El castillo es una belleza y está bien conservado.

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Comencé mi día subiendo a pie al castillo, que tiene una tirada, que que escogí el camino más largo pero que tiene recompensa ya que en cada recodo ofrece unas vistas impresionantes sobre el puerto y finalmente sobre una playa realmente larguísima.

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Las villas otomanas a las que antes me refería.

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Vistas preciosas sobre toda la costa y finalmente la larguísima playa.

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Es una época genial para visitar Alanya ya que en verano se peta de turistas, especialmente del tipo botellón gigante contra lo que los turcos están luchando no sé si con mucho éxito. Los videos en Youtube sobre las discotecas allí te darán una idea del tema.

Casi llegando a la cumbre del risco, hay un restaurante que se llama Alaturka, así en perfecto castellano y todo junto, donde se puede degustar alguna delicia turca antes de volver a bajar del privilegiado escenario; esta vez, si, por el camino corto, o sea, la carretera por donde acceden los coches.

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Si escoges finalizar el día en una terraza en el puerto, posiblemente podrás asistir a una puesta de sol fantástica sobre las murallas del castillo, mientras los barquitos ponen rumbo a puerto, unos cargados de turistas, otros cargados de pescado.

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Contemplando como atardece desde una terraza estratégica en el puerto.

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Esta Navidad fue especialmente ausente de sabor de esas fechas ya que en ningún momento me pareció día 24 ni 25 de diciembre.

Sin lugar a dudas fue una de mis Navidades favoritas por varias razones, el ignorar la fecha y por otro lado el bellezón de lugar en el que me encontraba.

Navidad en Oporto (Portugal)

Si lo que vas buscando es viajar en época navideña sin renunciar a la calidez de los momentos de la más tradicional Navidad, ésta es tu ciudad.

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Estas fechas en el vecino país son familiares, acogedoras y muy tradicionales. La ciudad tiene una iluminación sin excesos,  pero se respira el espíritu de las fechas en todos los sitios y las calles estan muy animadas.

La Rua Santa Catarina, peatonal y llena de comercios es un lugar imprescindible para visitar y pasear.

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Se sigue la tradición incluido poner Nacimientos (Presepios en portugués) y hay un mercadillo en el que se venden muchas y diferentes piezas para adornar los presepios, desde los muy tradicionales a los muy modernos.

Se continúa con la tradición de comer bacalao en esas fechas y es realmente bonito ver cómo los antiguos ultramarinos, los de toda la vida, tienen esos días una especial animación. Encontré Oporto muy entrañable en esos días.

Hoja de bacalao con envoltorio propio de estas fechas. ¿A que es simpático el detalle?

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Si te gusta seguir las tradiciones y una celebración de las de  “toda la vida” no deberías perder la ocasión de vivir estas fiestas en Oporto.

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Estas 4 ciudades son algunas de mis escapadas navideñas que comparto con vosotros, pero tengo otras curiosas que dejamos para otro momento navideño o no.

Aprovechando este post os deseo a todos,

MUY FELICES FIESTAS, QUE OS SEAN MUY GRATAS Y SI ES POSIBLE, MUY DIVERTIDAS TAMBIÉN; YA POR PEDIR, EN BUENA COMPAÑÍA QUE ES IMPORTANTE.  

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Para finalizar: ¿Cómo te gusta la Navidad a ti?

 

 

Texto y Fotos: Luisa Vázquez

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La Nochebuena de Victoria

Se lo había pensado mucho, algo fuerte en su interior le decía, “hazlo, hazlo”. Muchas dudas, inseguridad, temor a mostrar sus dolores.

Arrancó el coche y salió. Incluso durante la ruta dudaba, ¿se arrepentiría?

No tardó demasiado en llegar al destino. Cuando se descuidó estaba instalada. La habitación le gustó, estaba bien.

Entonces salió a caminar, visitar, recordar. No era su primera vez en Guimâraes, había estado más veces, con amigos, dos ex, ex marido, ex pareja, ésta vez sola. Pero nada de eso le producía ningún tipo de tormento, solo pensaba: ¡Que cambiada esta la ciudad!

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Buenas Fiestas, reza el cartel luminoso

Estaba llegando la Nochebuena y sorprendía ver tantas obras en curso y se percibía que otras estaban recién terminadas. La antigua capital de Portugal lucía espectacular, indubitadamente le habían aplicado un lustre que le favorecía mucho. Las obras tenían un por qué, la ciudad sería capital europea de la cultura en el año que estaba a punto de entrar.

Recorrió las calles, las plazas, comparando en su cabeza con el pasado. Llegó a la Pousada y sonrió pensando que hacía años, aquella calle solía estar llena de tendales con ropa colgada para secar.

Se sentó en una «Pastelaria», uno de los lugares imprescindibles e imperdibles en cualquier ciudad o villa portuguesa. Los pasteles en el país vecino le parecían inenarrablemente deliciosos; no en vano los portugueses, muy golosos evitan perderse esas delicias que tan bien saben preparar.

Saboreó su par de pasteles con café; siempre le había sido imposible pedir solo uno. Victoria, en ese aspecto, tenía una vena portuguesa.

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Estaba disfrutando de aquella soledad, aunque de cuando en cuando tuviese una bola en el estómago.

Había reservado la cena de Nochebuena en el hotel, aunque temía ese momento. ¿Habría mucha gente o poca? ¿Qué tipo de gente? ¿Por qué había reservado aquella cena si habitualmente cenaba frugalmente?. ¿Se iba a sentir muy sola o rara?.

La mañana del día 24, cuando se disponía a salir de hotel, coincidió con un hombre en el ascensor. Hablaron brevemente, la típica charla informal de dos desconocidos en un ascensor, a continuación cada uno salió en diferentes direcciones.

Paseando por el centro de la ciudad donde Portugal nació, está asegurado encontrarse con todos los visitantes de paso. Hacia el mediodía se encontró en una céntrica calle con el huésped del ascensor. El se paró, conversaron un rato y la invitó a almorzar. Ella se excusó agradeciendo pero rehusando la invitación. No obstante, no parecía que él fuese de los hombres que se amilanaran con un primer no. Le preguntó: ¿ha reservado la cena de Nochebuena en el hotel?. Si, respondió ella. ¿Podemos cenar juntos? preguntó él. Ella accedió. Al menos, pensó ya tenía compañía para la cena de Nochebuena.

Se fue pensando cómo sería aquella velada con un desconocido total; en fin, se vería. Al fin y al cabo, por su trabajo estaba acostumbrada a encontrarse con gente desconocida y llegar a acuerdos, en eso era bastante buena, pero esa noche no era trabajo, sería diferente. No obstante, tampoco le dio muchas vueltas al asunto.

A las 21,30 se encontraron en la recepción del hotel. El se admiró de lo elegante que ella se había puesto. Bueno, al fin y al cabo es Nochebuena, explicó. Fue una agradable sorpresa que él le llevase un detalle. Le pareció bonito y delicado.

Abrió el regalito: ¡Oh, que preciosidad!. El respondió que lo había traído de USA, donde residía desde hacía muchos años. Se había ido a Florida y allí había progresado. Le habló de su hijo, no habló de su mujer, si es que la tenía. Victoria tampoco preguntó.

El comedor del hotel no destacaba por su alegría, tenía un aspecto un tanto lúgubre, triste, oscuro.  Había poca gente cenando. Una familia completa, abuelos, padres, hijos, quizás tíos, notoriamente serios; no parecía que se comunicasen mucho, se limitaban a cenar y no se oía más que el ruido de los cubiertos.

Era una sensación extraña, parecía un pacto de cena y punto. La sensación que desprendía aquel grupo no le gustaba nada, no era lo que se supone debe ser una Nochebuena en familia.

A pesar de que era el único hotel que disponía del servicio de cena de Nochebuena en la ciudad, no había mucha gente cenando allí. Otra pareja más allá, 4 en otra mesa y no mucho más, además de su desconocido amigo y ella.

Por no haber, ni había camareros. Habían dispuesto un bufet y un único camarero para el servicio de bebidas. Lo demás, lo hacían los huéspedes.

La conversación entre el portugués reciclado en norteamericano se animó. Le contó muchas cosas de su vida en USA, a qué se dedicaba, por qué se había ido. Parecía obvio que controlaba mucho el tema de obra pública, de lo que habló largamente.

Su hermano, que habitualmente reside en Guimâraes, se había ido a pasar las Navidades a Francia, donde vivían sus hijos y pasar aquellas fechas con ellos.

Victoria preguntó: ¿Entonces que haces solo aquí si tu familia no está?. El dijo: Aquí está una hermana que vive en un chalet fantástico, con su marido; pero curiosamente el yanqui de adopción estaba cenando con una extranjera en un hotel.

Aquí comenzó Victoria a descubrir el por qué de la invitación a comer, del interés en cenar con ella y el clima de confidencia que se creó.  Relataba el hombre: mi hermana está forrada, no tiene hijos, se dedica a amasar dinero. El había viajado para arreglar los temas hereditarios, pero la hermana le ponía todo tipo de dificultades y problemas para evitar que él se llevase el dinero que le correspondía por el fallecimiento de los padres.

Victoria, estaba cada vez más inmersa en la conversación, iba por delante, le preguntaba, ¿a que tú hermana tiene un matrimonio no feliz? El asentía y preguntaba ¿por qué lo sabes? Porque siempre es así, la gente que tiene vidas miserables se comportan de esa manera.

La española cuidaba sus palabras, no quería expresar con demasiada crudeza una situación que identificaba con facilidad.  No quería que su compañero de cena se sintiese incómodo o desbordado emocionalmente.

Después de haber ido un paso por delante durante toda la conversación, él estaba intrigado. ¿Por qué aquella mujer parecía leerle la mente?

Ella preguntó: ¿es esa la razón por la que hoy cenas aquí conmigo, teniendo a tu familia ahí al lado?.  Dolido, respondió, si , y también esa es la razón por la que mi hermano se va a Francia.

De pronto el portugués clavó su mirada en Victoria de una forma diferentea como lo había hecho hasta aquel momento y preguntó ¿Oye, tú por qué sabes todo esto? Ella sonrió dulcemente, se sintió incómoda e inquieta por un momento y lentamente respondió: porque yo estoy aquí por la misma razón que tú.

Hubo un silencio, él no esperaba esa respuesta.

Subieron juntos en el ascensor, tercer piso. Se despidieron. El dijo, te veo mañana en el desayuno. Y cada uno se recogió a su habitación.

A la mañana siguiente, escasamente había 4 personas en el comedor. El ambiente era triste, incluso deprimente. El portugués-norteamericano no estaba. Ella desayunó, recogió su equipaje y salió del hotel. De todos modos, pensó, no había más que contar.

Decidió que volvía a casa.

Victoria tenía una extraña mezcla de sensaciones. ¡ Vaya, finalmente y aunque suponía no ser la única persona engañada con una perversión sin límites por personas que se suponía la querían,  el destino la había puesto a cenar con un alma gemela en el infortunio de familias que nunca lo fueron, sólo de nombre, en la inmensa tristeza de constatar la cruda realidad que nunca lograron ver, sólo cuando ya era demasiado tarde y a través de un dolor en ocasiones insoportable y una decepción demoledora.

Antes de abandonar la ciudad, se sentó en otra «Pastelaria», mientras degustaba otro café con un inevitable par de deliciosos dulces.

Mientras tanto el local se había convertido en una locura, decenas de personas compraban todo tipo de especialidades para celebrar la Navidad. Ella observaba y por un momento tuvo un trazo de nostalgia, de tristeza. Se suponía que aquellas personas comprando como si no hubiese un mañana, eran verdaderas familias, o quizá fingían serlo.

Hora de volver. Aquel día 25 de diciembre era precioso y soleadísimo y todo parecía hermoso e invitaba a sonreír.

Conducía por una carretera solitaria, el 99% de la población portuguesa y española estaban comiendo en familia; mientras ella disfrutaba del paisaje. No tenía prisa, nadie la esperaba.

Sobrepasó la ensenada de San Simón, ¡estaba tan hermosa!. Redujo la velocidad, todo le parecía enormemente bello y no había nadie en la carretera por quien preocuparse; sólo deseaba contemplar aquella vista que tanto le gustaba.

Aquel día se sintió libre y liberada. No importaba comer un bocata en la cafetería de la autopista. El brillante sol parecía haber salido en exclusiva para ella, ya que era la única que le hacía caso. Y así llegó a casa.

Después de lo vivido, y liberada del miedo a contar su realidad, por tanto tiempo ocultada celosamente, el hogar le pareció más hogar que nunca. Para ella un hogar era un espacio en el que nadie sobra y donde nadie traiciona, todo lo demás puro cinismo.

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Guimâraes en Navidad

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Texto y Fotos: Luisa Vázquez

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Cuando la Navidad no tiene fecha fija

Todo fue casual, en un vuelo entre el Cairo y Bombay, actualmente denominada Mumbai. Hablamos media docena de frases corteses en el transfer entre el hotel y el aeropuerto. Otro cambio de impresiones en una escala técnica en algún aeropuerto a medio camino, muy dormidas ya que el vuelo era nocturno.

Nos quedábamos, una amiga y yo, 15 días en Mumbai, trabajo y turismo en el mismo paquete.

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Primera vez en Mumbai

El destino quiso que la mujer con la que había intercambiado unas cuantas impresiones, como ya relaté, trabajaba casi al lado del hotel donde nos alojábamos, así que terminó invitándonos a cenar. Cena para cuatro, ella y su marido, mi amiga y yo.

La noche que nos recogen en el hotel ella vestía el tradicional sari, estaba espectacular. La imagen no tenía nada que ver con nuestro aspecto cansado y ropa informal y cómoda  del día del vuelo.

El restaurante que habían escogido, más hubiese apostado por verlo en Nueva York que en la capital india. Les gustaba mucho por ser tremendamente divertido. No sólo era la comida, sino la originalidad de la puesta en escena. Los camareros, súbitamente dejaban de servir mesas para hacer una coreografía mientras cantaban; algunas bebidas se servían en unas copas tan altas que debías ponerte en pie para poder beber. Era una mezcla de sensaciones inesperadas y simpáticas. Lo disfrutamos mucho, fue una velada perfecta.

Los indios son indescriptiblemente hospitalarios. Fuimos a tomar un té en su casa para conocer a su hija. Encantadora como su progenitora, muy simpática, guapa y con una vitalidad desbordante.

Así fue como comenzó mi amistad con Villoo, que ha perdurado a través de años. ¿Pueden llegar a conocerse dos personas a través de correos electrónicos?. Diría que si, si ambas son sinceras y honestas.

Poco a poco, fue participando de mis alegrías y penas, luces y sombras. En tiempos difíciles siempre me ha ofrecido su casa y pasar un tiempo con ellos hasta que me recuperase de los reveses de la vida. Nunca fue posible hacerlo, pero lo relevante siempre ha sido su cercanía y disponibilidad para ser un refugio, además de sus acertados consejos.

A pesar de que también he sido partícipe de sus penas, dolores y preocupaciones, siempre he sentido que estaba siendo ayudada, más de lo que yo podía ayudar.

Mi amiga es dulce, amorosa, y tiene la facultad de decir las palabras adecuadas en cada momento. Siento que tiene el don de la sabiduría, una mezcla de inteligencia y corazón difícil de explicar, fácil de sentir.

Hace casi 4 años ya, volví a India por tercera vez para un recorrido por los Himalayas indios, una dura e impresionante experiencia por encima de los 4.000 metros de altitud, en el denominado pequeño Tibet.

Me invitaron a quedarme con ellos en Mumbai al final de mi periplo. Me había dicho: “el tiempo que desees”, con su generosidad habitual; decidí que una semana era lo adecuado.

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Puerta de la India, un lugar imprescindible en la visita de la ciudad

No voy a negar que estaba un tanto inquieta, no sabía cómo iban a desarrollarse aquellos días, aunque, por otro lado, mi conocimiento sobre ella, mi instinto indicaba que todo iría bien.

Cuando llegué a su casa, después de 2 vuelos que ocuparon todo el día, más las 3 semanas previas estaba extenuada. Había comenzado a tomar las pastillas para la malaria, imprescindibles para permanecer en Bombay en época de monzones: lluvia y humedad tórrida. Tan imprescindibles como matadoras, te dejan tumbada.

Villoo había pedido un día libre en su trabajo para acompañarme durante todo el primer día y salir de compras o lo que yo prefiriese hacer. ¡Que desastre! Debido a mi extremo cansancio y las pastillas, aquel día después de ducharme, desayunar e ir las dos a unos almacenes que me traían muy buenos recuerdos de mi anterior estancia, escasamente duré en pie media hora.

Hubo que volver a casa, acostarme y dormir durante 24 horas, del tirón, sin levantarme ni para ir al baño.

Me sentía fatal por no haber podido aprovechar el día libre en su compañía. Ella le restó importancia al asunto, aunque realmente estaban preocupados con una extranjera en su casa durmiendo tantas horas seguidas sin dar señales de vida. ¡No te levantaste ni para comer!, dijeron al día siguiente. Imagino su preocupación, mientras yo recuperaba.

A partir de ahí, nada había sido dejado al azar. Había un plan para cada uno de los días que permanecí con ellos. Conocí su día a día, incluida la compra en un supermercado con la hermana, mientras ella iba a trabajar. Lo disfruté mucho, fue curioso a la vez que gracioso. Pero lo más llamaba mi atención era lo cómoda y bien acogida que me sentía.

Volcados conmigo, me sentía un tanto desbordada y sin posibilidad de invitar a nada ya que estaban previsto todos y cada uno de los días. Imposible relatar tantas sensaciones.

Una noche sus amigos más cercanos venían a cenar a casa. Una guirnalda de flores adornaba la puerta de la entrada y unos dibujos en el suelo que llamaron mucho mi atención, pequeños detalles pero muy agradables.

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Guirnalda de flores en la entrada

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Decoración en el suelo, especialmente hecha para aquel día

Me había preguntado cómo serían los amigos y si tendríamos algo en común para conversar. Muy pronto verifiqué que habría podido conversar con ellos durante muchas cenas. Sus amigos son cálidos, cercanos, divertidos, con conversaciones que me transportaron a mundos desconocidos pero realmente interesantes, en los que me hubiese gustado profundizar. Por otro lado, sobre España sabían casi tanto como yo misma. Una noche entrañable, difícil de olvidar.

Finalizando la velada me percaté de que mi amiga y su marido se acercaron de manera muy cariñosa y se dieron un piquito. Fue un momento, tan natural a la vez que tierno, una imagen que se quedó grabada en mi cerebro. Un matrimonio que habiendo celebrado ya los 50 años de casados, todavía se tienen esa devoción, me conmueve.

Mis días con ellos llegaron a su fin y volví envuelta de una sensación de tranquilidad y  paz, contagiada del ambiente que se respira en aquel entorno.

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Preparados para la velada

Es imposible describir todas las sensaciones de los momentos vividos en aquel hogar y los recuerdos acumulados en aquella semana, todos ellos contienen mucha emoción.

A pesar de todo lo dicho, es una familia normal, con problemas, sinsabores, reveses y las preocupaciones que conlleva cualquier vida, pero más que nada, lo que allí se respira es armonía. Deduzco que ha sido siempre su forma de vivir desde el comienzo de la relación, quizá desde antes de comenzarla; ese modo de existir es algo que no se improvisa.

Sus mentes abiertas, sin tabúes, donde cualquier cosa puede ser hablada de una manera pausada, medida, sin estridencias, es otra característica de ese extraordinario grupo de personas que tuve la suerte de conocer.

Son conscientes de la realidad que les y nos rodea, están implicados en ayudar a los demás de diversas formas, ya que también hablamos de ello. No viven en una burbuja alejados de la realidad, sino todo lo contrario, podrían hacerlo, como tantos otros, pero no lo hacen.

Si habéis llegado hasta aquí en la lectura de esta entrada, estaréis pensando ¿ y esto qué tiene que ver con la Navidad?.

Las Navidades, desde mi actual punto de vista, se han convertido en una celebración carente de sentido. Ya sólo las entiendo cuando hay en casa niños pequeños. Por lo demás es una disculpa más para el mercantilismo más feroz.

Han perdido el sentido que tenían no hace tantos años, convirtiéndose en una loca carrera de compras de regalos que, frecuentemente, ni son agradecidos, sino que se perciben como una obligación por parte del que ofrece el regalo. Además y a veces, también como una batalla familiar con resultados inciertos.

Mucha gente, incluida yo misma, por diferentes motivos, hemos decidido que es el momento de poner tierra por medio y si es a un lugar donde no exista la falacia navideña, mejor que mejor.

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Vista desde la ventana del hotel en mi primera visita a Mumbai

Este año, que no puedo evaporarme, vuelvo la mirada hacia ese lugar de Oriente medio, con nostalgia. Allí SI encuentro un permanente espíritu navideño, aunque no se celebre la navidad, y me imagino envuelta en un invisible manto de cariño y serenidad con solo pensar en ello.

Deseo, de corazón, para todos vosotros, que vuestras vidas se llenen de esa paz interna que me invade cada vez que estoy en contacto con mi querida amiga Villoo. ¡Felices Fiestas!

 

Entradas sobre los Himalayas indios, el denominado Pequeño Tibet

Ladakh, Pequeño Tibet. Nueva Delhi

4.000 metros de Altitud. Leh

Festival Budista Tibetano

4  Imágenes para el recuerdo. Pequeño Tibet

Un atentado nos sorprende en Lamayuru. Pequeño Tibet V

 

 

Texto y Fotos: Luisa Vázquez

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